domingo, 25 de octubre de 2009

Diario de viaje. Anexo.


El albergue de Bratislava.
El albergue es una de las cosas que más me han gustado de la ciudad. Tiene un aire muy soviet, y se respira muy buen ambiente. En la planta baja, al lado de recepción, hay un bar-restaurante que sirve muy buenas comidas a unos precios suculentos. La sala de estar, está presidida por un busto de color dorado con la efigie de Lenin, que observa atento la sucesión de viajeros de todo el mundo por sus sillones.
Allí mismo, en la sala de estar, es donde se desayuna, tú mismo te sirves de lo que quede en la cocina, pero si tienes más hambre puedes abrir la nevera y servirte de todo aquello que no tenga un nombre o una fecha escritos. También hay una lavadora para que haga la colada quien desee. En los baños, la gente acostumbra a dejar durante su estancia su jabón y su champú en los estantes, lo cual provoca que a la hora de ducharte te encuentres con un ambiente muy hogareño.
Hay una recepcionista en el albergue, que como no podía ser de otra forma cuando hablamos de mujeres eslovacas, es preciosa. La chica, resulta que es novia de Marcos, el otro recepcionista que casualmente es español. ¿Como habrá llegado un español a vivir en Eslovaquia y acabar con una chica así? El tema es muy recurrente y da que pensar. Alfon dice que el tío vino de interrail, la conoció y más tarde se volvió a estar con ella. Sea como fuere, esta ciudad me está encantando.Tiene un poema escrito entre sus adoquines, que aún húmedos por el rocío, te invitan a leerlo a la vez que te sumerges en el fluir y el latir de una ciudad, que aún de noche, se muestra atractiva a los ojos del que no tiene prisa por dormir.

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