martes, 18 de octubre de 2011

Cuentos.


Ando ahora leyéndome Moby Dick, y hace poco leí un fragmento que tuve que subrayar para no perderlo. Para ponerse en situación: El protagonista, Ismael, acaba de llegar a una especie de posada sucia y abarrotada de gente. Hasta tal punto, que el posadero, en un afán de hacer caja le ofrece compartir la cama con un arponero que está haciendo escala. Acepta y al conocer a su compañero de lecho, Queequeg, descubre a negro aborigen que se acerca peligrosamente a los dos metros, y con un pasado caníbal. La cosa es que terminan haciéndose amigos y conversando hasta bien avanzada la noche, es entonces cuando Herman Melville suelta esta reflexión por boca de Ismael:

"Ignoro la razón, pero lo cierto es que no hay lugar alguno como la cama para revelaciones confidenciales entre amigos. Dicen, que marido y mujer se descubren mutuamente en ella el fondo verdadero de su alma; y algunas parejas de ancianos conversan acostados de los tiempos idos hasta que muchas veces los sorprende la mañana"

Y en ese mismo escenario, yo hice otros cuentos sonar, quizás no tan intensos como Moby Dick, pero mucho más bonitos sin duda. Cuentos de un solo uso, nada de multipropiedad. Si nó, carecerían de valor. Como mucho, y haciendo un exceso, les caerá alguno a los pequeños scouts.





1 comentario:

Gemma dijo...

Este párrafo me lo leíste en clase...¡Qué gran verdad!